Pongamos la situación en su contexto. Penúltima fecha del campeonato de 1962 (el 9 de diciembre). Boca y River mano a mano en la Bombonera. Los dos comparten la punta, con 39 unidades. Obviamente, una enorme expectativa rodea al que por entonces se denominaba "el clásico de los clásicos". Y un detalle adicional aumenta la trascendencia del partido: Boca había conseguido su último campeonato ocho años atrás, en 1954; y River, en 1957. No era una eternidad sin títulos, pero los dos gigantes querían cortar la serie.
Por todas esas razones y por las particulares circunstancias que se vivieron durante los noventa minutos, el choque de aquel 9 de diciembre del '62 se metió en la historia grande del fútbol argentino.
El resultado fue favorable a Boca por 1 a 0 y los héroes surgieron del doble cruce entre arqueros argentinos y delanteros brasileños que se produjo esa tarde: Paulo Valentim venció a Amadeo Carrizo de penal a los 14 minutos del primer tiempo y, también desde los doce pasos, a cinco minutos del final, Delem no pudo superar a Antonio Roma, cuyo adelantamiento generó reclamos de los jugadores de River.
El árbitro fue Carlos Nai Foino, quien segundos antes había recibido cuestionamientos pero de parte de los futbolistas locales- por la sanción de la pena máxima, ya que los hombres de Boca decían que de ninguna manera había existido falta de Carmelo Simeone sobre Luis Artime. Ante las protestas millonarias, Nai Foino lanzó una frase famosa y lapidaria: "aire, aire... penal bien pateado es gol".
Huellas imborrablesPoco después, a los 16 minutos de la primera etapa, Leonardo Pisculichi hizo algo parecido, pero frente al arco rival. Calibró la mira de su botín zurdo, clavó la vista en la pelota, que llegaba desde la izquierda, y le dio como venía, para anotar el definitivo 1 a 0 que desniveló la balanza luego de una igualdad sin goles una semana antes en la Bombonera. El tampoco se puso analizar en ese instante lo que significaría su gol. Simplemente festejó, como los miles de hinchas millonarios que había en el estadio, y como los millones que vieron el partido por TV.
Le dieron valorAhora sí, de a poco, Barovero y Pisculichi van dándole valor a lo que consiguieron con sus decisivas intervenciones en el choque que, el jueves 27 de noviembre del año pasado, instaló a River en la final de la Sudamericana, como antesala del título que el equipo de Marcelo Gallardo lograría después ante Atlético Nacional de Medellín. La propia gente les hace saber el impacto que generó en ellos la atajada del arquero y el zurdazo de Piscu.
Es que ese superclásico tuvo y tendrá por siempre un sabor muy particular para el pueblo riverplatense, que recordaba un par de cachetazos recibidos en circunstancias similares y que padecía por la magra cosecha del equipo de sus amores en el plano internacional. Además, el triunfo completó un 2014 perfecto para River contra Boca, ya que terminó invicto en ocho cruces -contando los amistosos-, con tres victorias y cinco empates.
Entre los inolvidables
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