A 45 años de la consagración de aquel Huracán de 1973 que fue campeón conducido por el Flaco Menotti, el recuerdo de aquel equipazo mitológico vale ser mirado en perspectiva. La idea y la realización.

Tan lejos y tan cerca quedó ese Huracán inolvidable campeón del Metro de 1973. Lejos, en la pulsión urgente que impone el tiempo y cerca, a partir de un recuerdo y una reivindicación que atrapó a distintas generaciones de argentinos que continúan evocando a un equipazo mitológico del fútbol nacional.

El Flaco Menotti, el técnico del Globo en esa temporada de gloria, lo recuerda 45 años después.

-Aquel Huracan campeón del 73 que dirigiste, ¿también podía llegar a expresar un clima de época, más allá del fútbol?

No. No creo. Lo que fue evidente es que ese Huracán fue distinto a todo. Y a todos. Apareció para quedar en la historia como uno de los más grandes y brillantes equipos de nuestro fútbol. Por lo menos el mejor que yo vi en la Argentina. Pero no expresó una época. Ni un clima de época.

-¿Te representó más que ningún otro?

Sí, eso puede ser. Huracán, en especial durante la primera rueda cuando pude disponer de todos los jugadores porque después varios partieron para integrar la Selección que conducía el Cabezón Sívori en las Eliminatorias, jugó como yo siempre soñé que jugara un equipo. Y ese Huracán del 73 lo hizo posible.

A 45 años de aquella consagración (el domingo 16 de septiembre del 73, a dos fechas del final del Metropolitano, Huracán perdió en su estadio con Gimnasia 2-1, pero a pesar de la derrota salió campeón), el Flaco Menotti rememora desde el análisis y su emoción siempre controlada, el contenido futbolístico y el contexto que acompañó al Globo de Parque Patricios en una vuelta olímpica celebrada en silencio hasta por los hinchas de otros clubes.

¿Qué revelaba aquel Huracán influido por Brasil 70 que Menotti suele distinguir como su obra cumbre, incluso por encima del Mundial 78 que ganó Argentina y del Mundial juvenil del 79 en Japón, con Maradona como estrella máxima? Algo esencial que siempre escasea: le sobraba fútbol en toda la cancha. Y le sobraba lo más difícil de conquistar: creatividad y vuelo ofensivo para encarar y resolver los partidos con una inspiración imposible de subestimar. Inspiración que Menotti siempre alentó.

Hasta generaba desde afuera la extraña sensación de que era sencillo jugar como lo hacía Huracán. Es que el equipo (cuya base estaba integrada por Roganti; Chabay, Buglione, Basile y Carrascosa; Brindisi, Russo y Bagington; Houseman, Avallay y Larrosa) había naturalizado el perfil de la precisión en velocidad, de la elaboración y de la excelencia, en definitiva. Y cuando un jugador o un equipo accede a ese escenario infrecuente, parece desarticular todas las grandes complejidades del juego. Y convierte en simple lo difícil. Y en sencillo lo que parece inabordable.

Cuatro décadas después de la conquista, el Lobo Carrascosa, quien era el jugador políticamente más ideologizado del plantel, nos acercó esta reflexión: “El mensaje vino muy claro desde arriba. Menotti, con apenas 35 años ya manejaba conceptos muy ricos y esclarecedores. Y ese mensaje futbolístico y también ideológico para interpretar el juego, Huracán lo desarrolló con un nivel de individualidades extraordinarias. No tengo dudas de que ese equipo, al que ahora valoro mucho más que antes, le cambió la cara al fútbol argentino”.

Tenía razón Carrascosa. Huracán del 73 resignificó valores que el fútbol argentino parecía haber resignado. No solo por la habilidad inclasificable del Hueso Houseman, ni por la versatilidad ofensiva de Brindisi, ni por la estirpe lujosa del Inglés Babington, ni por el talento sin ostentaciones de Larrosa. Reivindicó Huracán el concepto que muchos años después abrazó el Barcelona: el culto a la pelota, al toque, a la circulación, a la descarga por abajo, a la pared, al desborde y al gol inminente que Menotti supo definir como “un pase a la red”.

Omar Larrosa le suma su pensamiento a la gesta del 73: “Nosotros, en definitiva, lo que hicimos fue jugar el fútbol que identifica a los argentinos. Y jugamos como lo estuvo haciendo el Barcelona, aún en campos donde era casi imposible tocar de primera. La gran clave del equipo fue la cantidad de variantes ofensivas que teníamos, respaldadas por un ritmo y una dinámica espectacular. Nos movíamos con dos puntas que eran Houseman y Avallay, pero al área rival podía llegar cualquiera tocando o vacío”.

Llegaron tanto que de los 62 goles que convirtió Huracán en 32 partidos (ganó 19, empató 8 y perdió 5), Larrosa fue su máximo goleador con 16 conquistas, Brindisi 12, Avallay y Houseman 10 cada uno y Babington 8.

Detrás de la magnitud de los números, siempre relativos e insuficientes para medir y denunciar capacidades y talentos, quedó instalada la magia intacta de aquel Huracán inolvidable que aún perdura en aquellos que lo vieron y en aquellos que lo imaginan sin haberlo visto.

Por eso el recuerdo. Que también es admiración y memoria colectiva.

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