Cuando en el futuro se evoque el periodo post Grondona, se resumirá que tras su muerte hubo un interinato de Luis Segura, se mencionará el “38 a 38” y se completará que, tras una intervención de la FIFA, Claudio Tapia ganó las elecciones sin competencia. Pero la sinopsis de casi tres años será pobre. No solamente por los detalles faltantes, sino por la omisión de una transformación: la de Chiqui, de presidente de Barracas Central a presidente. Su construcción política se ajusta a los vaivenes que sobrevinieron al fallecimiento del patriarca.
La piedra fundamental fue el 9 de diciembre de 2014, a poco más de cuatro meses del velatorio. Esa noche, el Ascenso cerró el año en una parrilla de Ezeiza, propiedad de los Granados de Tristán Suárez. El principal orador fue el hoy innombrable José Luis Meiszner. Era el hombre fuerte de Quilmes y mano derecha de Don Julio, a quien el Ascenso le iba a confiar los votos y la conducción de la AFA. Era una cena proselitista en la que la Grondona estuvo omnipresente.
En el escenario, un banner llamaba la atención: llevaba el rostro del hombre de Sarandí rodeado por todos los clubes que no pertenecen a la elite del fútbol local. “Para mí son todos iguales", era la frase anclada en Grondona y vaya si el titular de Barracas Central lo sabía: él también se subía con Don Julio al avión para acompañar a la Selección y escuchaba los problemas de sus pares, sin importar la categoría.
La convocatoria fue boca a boca, pero Tapia la dejó documentada en su cuenta de Twitter. “Los esperamos a todos los que se identifican con los lineamientos de nuestro querido ex Presidente Julio H. Grondona para seguir con la unidad del fútbol de ascenso y del interior, y redoblar los esfuerzos para un 2015 largo y difícil", presagiaba como un verdadero estadista y mostraba un escenario que, excepto él, nadie más vio.
Nadie, porque las ínfulas de Marcelo Tinelli apuntaban a la renovación, es decir a todo lo contrario a Grondona. “Unidad del fútbol de Ascenso y del Interior”, escribió revelando la clave que ayer, casi tres años después, lo puso en el sillón de Don Julio. El orador, entonces, era Meizsner -hoy con arresto domiciliario y un pedido de extradición-, pero le cedió gentilmente el micrófono a Tapia por el arraigo que tiene -y ya tenía- entre los dirigentes de Ascenso.
Fue el momento de otra epifanía. Mirando al entonces vicepresidente de Temperley, Sergio Gianturco, puso en su lugar el origen de los clubes que en ese momento empezaban a coquetear con Boca o River gracias al torneo de 30 equipos. “Temperley ya no está en la tercera o segunda división: está en Primera. Pero está ahí representando el progreso del Ascenso, a lo que todos aspiramos”, indicó marcando el terreno. Los que suben, es probable que bajen y no piensan en el Ascenso como una tragedia, sino como el hábitat natural. Los que subieron -el aluvión de 10 equipos, el último sello de Don Julio—, al final fueron votos de Primera para Tapia.