Gerard Piqué nunca se mostró indiferente sobre la situación de Cataluña. Mostró su postura en conferencias de prensa, y se mostró públicamente en varias marchas populares del pueblo catalán. Por eso no sorprendió que ayer, después del partido contra Las Palmas, llorara, y atacara a Mariano Rajoy, el presidente del gobierno español. Tampoco que pusiera su renuncia a la selección española sobre la mesa.
Piqué no quería jugar el compromiso de ayer. Estaba dispuesto a convivir con la sanción de la Liga Profesional de Futbolistas: seis puntos de descuento, tres por no presentarse y otros tres por el encuentro. Él y Sergi Roberto fueron los dos que lo expresaron en el vestuario: para ellos, mientras Cataluña ardía por una represión violenta de las fuerzas de seguridad, el camino era solidarizarse. Mostrarle al mundo lo que ocurría. No ser indiferentes a un conflicto que atraviesa a todo su pueblo.
Josep María Bartomeu tuvo que entrar a ese vestuario caldeado para llevar una voz oficial. Para él, la cosa estaba clara: no podían entregarse al castigo deportivo. Lionel Messi no dijo nada. Se mantuvo en silencio. La propuesta de Piqué estaba apoyada por varios directivos importantes del equipo. Pero decidió Bartomeu. Y decidió en soledad: dispuso que el choque se jugaría a puertas cerradas, sin posibilidad de que el público asistiera al Camp Nou. Afuera había un pueblo que no podía expresarse: no podía entrar al estadio ni manifestar su voluntad en las urnas de modo legal y amparado por el Gobierno español.
"Fue la decisión más difícil que tomé en mi presidencia, pero fue la más responsable. Eso le permitió al mundo que durante 90 minutos supieran lo que ocurría en Cataluña", explicó Bartomeu este lunes en un mensaje a la prensa en el que confirmó que mañana el plantel se adherirá al paro general que paralizará la región. Bartomeu escuchó las opiniones en el vestuario. Pero su determinación marcó una fractura. Carles Vilarrubí, vicepresidente institucional del club, presentó su renuncia. Jordí Monés, otro directivo, también dejó su cargo. "Es que por seis puntos se pierde la Liga. Y nadie se acordará de este juego", expuso Bartomeu en el vestidor, según replican distintos periódicos españoles. Un grupo importante del plantel coincidían con esta iniciativa: las consecuencias por no jugar eran demasiado caras.
Al final, en la televisión se vieron dos imágenes desoladoras. Por un lado, el Camp Nou vacío, síntoma de que algo no estaba bien en la ciudad donde el sol brilla y el Mediterráneo descansa. Del otro, un ejército de hombres vestidos de negro, con cascos, con la cara tapada, con los brazos armados, con la furia desatada. Barcelona ganó 3-0 con goles de Messi. Probablemente nadie lo recuerde así.