Racing de Trelew, quince días atrás, viajó a Río Colorado. Jugaban contra Independiente de esa ciudad un clásico de Avellaneda pero sin Avellaneda. Darío Roa, de 13 años —trece marzos—, fue al banco de suplentes pero solo miró el partido: Guillermo Samso, entrenador del conjunto de Chubut, decidió que no era conveniente que entrara. Como ganaban 6-0, meter a un nene podía parecer un gaste. "Encima estaban pegando mucho", dice el técnico en diálogo con Diario Popular.
Darío se quedó con ganas: un viaje de cinco horas y media en micro para estar noventa minutos sentado en el banco de suplentes no le simpatiza ni al más entusiasta de los futbolistas. En el entrenamiento con los juveniles, al día siguiente, se acercó a uno de los entrenadores de la octava, la división para la que juega por más que tenga edad de novena.
—Ayer me quedé con ganas de entrar...-, le dijo en voz baja, con la timidez de un nene que entra, con los pasos suaves, a la adolescencia.
A Samso le llegó el comentario: además de dirigir al primer equipo desde el 2009, coordina las divisiones inferiores. Conoce bien a Darío. Le gustan sus ganas, su ansiedad, su determinación. El domingo, en la última fecha de la zona 1 del Federal B, cuando la Academia de Trelew podía sellar su clasificación en el primer puesto a la siguiente fase, Darío volvió a esperar en el banco de suplentes. El sábado jugó para la octava: ganaron 2-1 un partido áspero de la Liga del Fútbol Valle de Chubut. Darío, ahí, es un mediapunta encarador: si no termina la jugada con un remate, suelta una asistencia para un compañero. Mide 1.70m, y es ancho, fuerte. Samso dice que es un jugador "muy potente, con mucho potrero". El domingo entró como volante central: "Le dije que vaya más adelantado, para armar las contras", dice Samso. En declaraciones a La Jornada, un diario de Trelew, el juvenil explicó que debía "seguir al 5 de ellos para todos lados".
El domingo contra Cruz del Sur, entonces, estaba en el banco de suplentes y, a los 38 minutos, después de escuchar las indicaciones de Samso, salió a la cancha. Hasta ese momento, nadie era consciente de que lo que estaba pasando era la historia misma: estaba jugando el futbolista más joven en la historia de un torneo oficial de primera división de AFA.
Darío disputó tres pelotas y ganó dos, y armó un contraataque que casi termina en el segundo gol de Racing. Disputó diez minutos intensos. Al final, ganaron 1-0: aseguraron la primera posición y clasificaron a la siguiente instancia.
El problema empezó el día después. El lunes explotó la bomba en Buenos Aires. Todos los diarios hablaban del precoz debut de Darío, del chico que en cuarenta días cumple 14 años. Samso se juntó con Viviana, la mamá. Le explicó que, ahora, por esto, empezarían los llamados: algo así como la fama efímera. Viviana acompaña a Darío. Y lo aceptó. Samso, de todos modos, dice que a pesar de la exposición, lo volvería a poner.
"Ojalá se quede hasta los 15 o 16 con nosotros, no sería bueno que se vaya a Buenos Aires ahora porque tiene que seguir contenido por la familia", dice Samso, que a los 13 se vino a la pensión de Ferro y la experiencia, jura, "no se la recomiendo a nadie".
Darío Roa, el sueño del pibe, lo cumplió muy de pibe.