La cancha estaba ahí. Era un pasillo largo de una distribuidora de bebidas. El negocio de la familia enclavado en la esquina de Sarmiento y Juan Domingo Perón, en el pueblo agrónomo de Hasenkamp, provincia de Entre Ríos. El fútbol era el tiempo de descanso entre la carga del camión y la mano que daba con cuestiones administrativas. La pelota eran pilas gastadas; los arcos, invisibles. Pasillo, gambeta al aire, gol. Paolo Goltz aún no podía imaginar lo que vendría después.
Paolo era un pibe ejemplar: estudiaba en la escuela pública Número 71 Pedro Goyena, ayudaba en todo lo que podía a la familia, hacía dos deportes y los hacía bien: el fútbol, desde los 5 años en la escuelita de Atlético Hasenkamp, y el vóley, el que pudo borrar la huella.
—Era bueno para todos los deportes, pero en el vóley andaba muy bien. Estuvimos en una selección de cadetes, sacaba mucha diferencia en el salto y en el rendimiento físico. Hasta estuvo cerca de ir a la Selección juvenil —le dice Luis Bustos, “Toto”, a DIARIO POPULAR.
Toto y “Polo” –así le llaman a Paolo en el pueblo- siempre fueron inseparables. Incluso en la cancha estaban unidos por una especie de línea vertical imaginaria: en la escuelita de Atlético que dirigía Gabriel Tablada, Paolo era el 2 y Toto, el 5. Fútbol, colegio, vóley, aventuras. Pesca, un paquete de galletitas y una gaseosa de la distribuidora era todo lo que necesitaban para pasar el rato juntos.
FOTO: Paolo Goltz y una tarde de pesca con su amigo "Toto" Bustos
Pero a Polo el fútbol lo fue llevando a otro nivel. Con 14 años, llegó a jugar para tres divisiones en un mismo día. Hasta que un día, de la mano de Eduardo Ruiz Moreno, debutó en Primera, las oportunidades comenzaron a llegar y el vóley desapareció.
En el 2000, la rompió en una prueba en Unión de Santa Fe que consiguió por Héctor Negro Gentile, un histórico jugador de la liga entrerriana que recomendaba jugadores a los clubes grandes de la zona. Pero como no lo pensionaban, esos cien kilómetros que lo separaban de su casa se hicieron un abismo y lo que fue un primer paso en falso se convirtió en una oportunidad. La oportunidad que cambiaría su vida.
Paolo Goltz llegó a Parque Patricios con 15 años, y quienes lo vieron dicen que no tardó en convertirse en un caudillo. El ratito que duró la prueba en Huracán, de la que también participaron otros coterráneos –sin suerte-, fue un pasaporte a la pensión quemera. El niño prodigio dejaba el pueblo, y cuentan que el pueblo lloró su partida.
FOTO: Con la camiseta de Atlético Hasenkamp, club de su pueblo y donde se inició como futbolista.
—Paolo es un orgullo nuestro. Veo lo bien que le va y se me pone piel de gallina. Acá no nos olvidaremos nunca de él—, suelta Néstor Apuzzo, histórico formador de juveniles de Huracán.
Apuzzo recibió a DIARIO POPULAR en la pensión del Globo. La pensión se llama, desde abril de este año, Paolo Duval Goltz. Por recomendación de Apuzzo: el que lo vio crecer en el semillero donde se plantan los sueños.
Mucho antes de que su nombre fuera enchapado en una pared, y mucho antes de que esa pared sea la pared pintada que es hoy, Paolo fue un niño que sufrió el cambio. Lloraba cada vez que no podía escaparse al pueblo. Toto Bustos, su amigo, se tomaba vacaciones para acompañarlo, se quedaba a dormir con él. "El lugar era un desastre", dice. "Es verdad, tenía muchas carencias", se suma Apuzzo. Descripción gráfica: cuando uno quería entrar a la habitación, el otro debía acostarse para dar paso. Los pasillos angostos, allí, no eran como en Hasenkamp sinónimo de felicidad.
Omar de Felippe, otro nombre ilustre del fútbol grande, medió para que Paolo no abandonara antes de tiempo. Quien hoy dirige a la Primera de Vélez era en aquel momento el técnico de la séptima división de Huracán. Polo se quedó.
El dolor templó su carácter. Su vocación por el trabajo y su seriedad hicieron el resto. De a poco se convirtió en un referente para sus compañeros. El oído buscado, la palabra autorizada. Goltz, el pequeño caudillo.
Cuando Carlos Babington lo bajó de Primera a Quinta, no se desmoronó. El Inglés le había dado la posibilidad de debutar en el fútbol grande, como lateral derecho, el 24 de noviembre de 2002, en un partido frente a Gimnasia de La Plata.
—No todos tienen esa mentalidad y fortaleza. Para cualquiera, y más para un chico del Interior, es muy difícil levantarse de un golpe así. Pero Paolo es un caudillo —dice Eduardo Papa, el DT de aquella Quinta División.
Goltz seguía en la pensión, rodeado de carencias, y entonces pensó un plan: hacer horas extras de entrenamiento para cambiar la realidad. Un año después, en la última práctica de 2003, le pidió una pelota a Eduardo Papa para llevársela al pueblo y así pulir cosas durante las vacaciones.
—Volvió marcado, más flaco, se mató entrenando ese verano. En una semana se lo llevaron a Primera de nuevo —resume Papa.
Paolo ganó continuidad con la llegada de Omar Labruna, en 2004.
Paolo perdió a su padre en 2006.
Paolo ascendió con Huracán en 2007. De la mano de Antonio Mohamed, ya era titular.
FOTO: Junto a Gabriel Heinze, en una actividad a beneficio.
Convertirse en el líder del vestuario de Parque Patricios fue cuestión de tiempo. Pasaron, por el banco del Globo, Úbeda, Ardiles, Cappa. El subcampeonato del Clausura 2009.
Cappa responde a DIARIO POPULAR desde Madrid:
"Lo primero que se destacaba de Paolo era su madurez, dentro y fuera de la cancha. Era laburador, de esos líderes silenciosos que lo son por su permanente ejemplo. Sereno, calculador, nunca se veía superado en la cancha. Cuando ese Huracán del 2009 se desbandó, a él lo quería el Racing de Santander. Y se quedó porque me había dado su palabra y por no fallarle a sus compañeros. Es un ejemplo de persona y un excelente jugador".
FOTO: Goltz en la Quinta División de Huracán. A la izquierda del arquero Osvaldo Cabral. Abajo, la pelota la tiene Sánchez Prette.
En Lanús, al año siguiente, se reencontró con Eduardo Papa, quien para ese entonces trabajaba en las juveniles del Granate. Él, claro, había recomendado su contratación.
—A los dirigentes les dije: 'compraron un capitán'. Hoy todos me recuerdan esa frase —dice.
Maradona lo convocó para disputar un amistoso en la Selección Argentina frente a Haití (triunfo por 4 a 0). Eran tiempos en que Diego probaba jugadores de a montones. Para él, fue una experiencia única e imborrable. Alguna vez le preguntaron por qué no volvió a ser citado. Fue durante el ciclo de Alejandro Sabella. Goltz respondió: "Sabella prefiere a un defensor que actúa afuera, aunque tenga menos nivel, que a otro con buen rendimiento que lo hace en el fútbol argentino".
En diciembre de 2013, ganó su único título con el Granate: la Sudamericana 2013. En el banco ya estaba Guillermo Barros Schelotto. De ese equipo fue capitán y figura, y por su actuación integró el Equipo Ideal de América.
Días después, lo declararon “ciudadano ilustre” de Hasenkamp por decisión del Concejo Deliberante. Paolo no quiso fiesta, flashes ni aplausos.
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