Romina Atencio es coach y mentora de mujeres y parejas. Para cualquier consulta, comunicarse al correo electrónico [email protected]. Instagram: @diosalmica. YouTube: @rominaatenciocoaching.
Que nuestro cuerpo nos habla, es algo que prácticamente es indiscutible. A través de nuestro cuerpo, nos expresamos hacia nosotros y hacia los demás. Las enfermedades físicas suelen ser, en la mayoría de los casos, por no decir, en absolutamente todos, un reflejo de nuestro interior.
A mí me gusta afirmar, siempre aclarando que es mi mirada sobre este tema, que el cuerpo grita lo que el alma calla. Cuando hablo de alma, estoy incluyendo en este concepto a todo el cuerpo emocional. Todas las emociones que vivimos, que por ahí no podemos expresar. O simplemente, no podemos escuchar. Cada día más, los médicos comenzaron a hacer preguntas más profundas ante determinadas enfermedades, y cada día hay mas estudios que muestran la relación entre determinado síntoma y determinada emoción.
La medicina germánica, que es un sistema diferente al que conocemos de medicina, realizó muchísimos estudios donde se demuestran estos aspectos en enfermedades físicas. El padre de la medicina germánica, Hammer, era un oncólogo que, fruto de su propia enfermedad, la de su mujer y la observación de sus pacientes, comenzó a estudiar las cinco leyes biológicas. Pudo elaborar una teoría biológica, muy sólida, donde él demostraba cómo determinados tipos de cáncer estaban relacionados con los mismos tipos de traumas. Cuando hablo de traumas no me refiero a situaciones popularmente traumáticas. El trauma tiene que ver con cómo se vivió la experiencia para el individuo que la vivió. Puede ser algo que para la sociedad es una pavada, pero si fue vivido en soledad y en determinadas características, el cuerpo lo registró como algo traumático.
Más allá de la medicina germánica, me gustaría prestarte mi mirada sobre cómo he aprendido a escuchar lo que el alma, a través de las emociones que luego van a manifestarse o no en el cuerpo físico, nos susurra, nos habla o nos grita. Desde chiquitos, fuimos aprendiendo a moldearnos. Fuimos aprendiendo a adaptarnos a las costumbres, a las formas, a lo políticamente correcto. Frases como “no llores”, “no grites”, “sos un caprichoso o una caprichosa”, etc., fueron enseñándonos a reprimir la voz del alma. Sin darnos cuenta, fuimos enmascarando, fuimos construyendo una personalidad para salir al mundo, que fue apagando esa vocecita, que al principio estaba presente con tanta fuerza. Muchísimos autores hablan de la voz del alma. Pero, ¿qué es la voz del alma? A ciencia cierta nadie puede saberlo con exactitud. Existen muchas personas que afirman haberla escuchado con nitidez, especialmente en meditaciones (me incluyo). Por eso quiero aclarar, que esto que voy a explicar, no es más que un punto de vista. Como siempre me gusta decir, no me creas nada, nada de lo que lees acá: experimentalo y después lo debatimos, si querés.
En mi experiencia como profesional, pero más que nada como ser humano, he podido observar cómo determinadas dolencias, determinados malestares, tienen una relación directa con el espíritu o con el alma. Con aquello que no estamos pudiendo dejar fluir, con aquello que estamos reprimiendo, sea tanto una emoción como una acción. Te voy a dar algún ejemplo. Cuando algún consultante llega a mí, y durante su proceso comienza a tener molestias en la garganta, en el cuello, dolores profundos o enfermedades relacionadas a la laringe, por ejemplo, se suele relacionar con aquellos momentos donde no están pudiendo decir lo que realmente quieren decir. Pero no a mí en sesión, sino a las personas involucradas en sus problemas. Lo mismo ocurre cuando aparecen jaquecas, dolores muy fuertes de cabeza o migrañas.
Romina Atencio
En estos casos puedo observar el exceso de pensamiento, cómo se enrollan con pensamientos y creaciones de escenarios hipotéticos, queriendo resolver situaciones que ni siquiera ocurrieron. Puedo observar dolores lumbares en aquellas personas que están cargando con mucho. Que están siendo responsables, o se están haciendo responsables de cosas que no les corresponden, o cosas con las que ya no están pudiendo cargar dolores en la espalda alta, cuando eso es tan familiar que me estresa, cuando hay cargas familiares que ya no necesito.
Por eso, el año pasado, decidí investigar más a fondo la medicina germánica, y decidí estudiar biodescodificación. Esto me ayudó muchísimo a poder acompañar de forma mucho más profunda sus procesos. Y también, me llevó a aprender, sin querer, a escuchar y a interpretar los susurros del alma. El alma nos habla de muchísimas formas, pero la incomodidad física es la más usual. Cuando llegamos a las dolencias físicas, a las enfermedades graves, es porque hemos escuchado muchos pasos antes.
El alma nos va dando señales, nos va a susurrando con pequeñas cosas en la vida cotidiana. La meditación es una herramienta poderosísima para aprender a escuchar nuestra alma. Y cuando hablo de meditación, no hablo de sentarnos en silencio. Cuando hablo de meditación, hablo de aprender a calmar la mente y estar atento a lo que nos ocurre en el presente. Por ejemplo, cuando estamos viviendo muy acelerados, como muchísimos pensamientos que nos toman, y desconectados del alma, no somos capaces de darnos cuenta de aquellas cosas evidentes en nuestro entorno.
Por ejemplo, estás queriendo forzar algún proyecto que no sale hace mucho tiempo, y a pesar de que parece que la vida te muestra en la cara que no es por ahí, vos seguís y seguís insistiendo. Insistí en la forma en que debería ser, insistir en los vínculos, insistir en las relaciones, insistís en los espacios. Insistí porque crees que vos podés controlar, pero tu alma ya tiene trazado, tu plan, tu alma, ya sabe lo que deberías aprender o no y trascender o no. Te va mostrando sutilmente, con malestares pequeños, con accidentes, con situaciones incómodas, con peleas, discusiones, dolores profundos emocionales. Cuando desoímos todo esto, y seguimos con nuestra vida como si nada, sin plantearnos cambios profundos, a raíz de situaciones que nos ocurren, el alma comienza a recurrir a nuestro cuerpo físico para ver si la escuchamos.
Esto no siempre ocurre, muchas personas no entienden y no escuchan el alma. Sana alguna enfermedad. Vuelven al ritmo y vuelven a enfermar. Son esos cánceres que vuelven y vuelven. Son esas enfermedades que parecen evolucionar en lugar de involucionar, sólo esas enfermedades crónicas. Quedamos atrapados, morimos, y simplemente volvemos a encarnar hasta que lo aprendemos. Hasta que el alma siente que ya se puede llevar algo para impregnar en el libro del alma, que saqué el libro que está en el akasha, con todos los registros de tu alma.
Ahora bien, si con la información que aparecen los registros, no accionás, es decir nada cambia en tu vida, es como si esa sesión no hubiese existido. Es decir que todo vuelve a estar como antes. Lo importante es el cambio en voz, cuando escuchás la voz de tu alma. Escuchar la voz no significa literalmente oír lo que tu alma tiene que decir, escuchar la voz, significa tomar acción consecuente. Agarrar el timón de tu vida y dar ese giro que tu alma te está pidiendo, animarte, salir del miedo, entregarte al fluir, que la vida te propone.
Si estás necesitando tomar una decisión, si sentís que lo que dije en este artículo te convoca, o si simplemente querés aprender a escuchar tu alma, te invito a que agendemos una sesión. No hace falta que arranquemos un proceso, simplemente me encantaría saber que estás interesado o interesada en conectarte con la parte más profunda de tu ser, con esa parte que no sabemos escuchar, pero sabemos que existe. Para agendar una sesión, te invito a que me escribas únicamente por WhatsApp al 116-016-5378. Te espero, y hasta el próximo sábado. Con amor, Romi.
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