El fenómeno está en crecimiento y cobra una dimensión más brutal después del triple crimen ocurrido en Florencio Varela. Las organizaciones narco buscan seducir y aprovecharse de las necesidades de los ciudadanos.
Crece de forma alarmante el número de personas dedicadas a la venta de drogas. Se calcula que ya son dos millones los ciudadanos en todo el país involucrados directa o indirectamente en el comercio de estupefacientes, desde vendedores independientes hasta estructuras organizadas. Muchos operan bajo presión, coacción o necesidad, y en ese entorno de vulnerabilidad especialmente jóvenes y mujeres pueden quedar atrapadas en redes criminales. Este fenómeno cobra una dimensión más brutal en casos como el triple crimen de Florencio Varela, perpetrado de manera aberrante contra Brenda del Castillo, Morena Verri y Lara Gutiérrez.
El dato fue aportado a Popular por Claudio Izaguirre, titular de la Asociación Antidrogas de la República Argentina. "El triple crimen de las jóvenes expone una situación que se repite, con organizaciones narco que logran seducir y aprovecharse de las necesidades de muchísimas personas para que cumplan diversas funciones dentro de las estructuras", dijo. Se investiga que estas jóvenes no sólo habrían servido como consumidoras, sino como "reclutas" o "multiplicadoras" en la red: hacer entregas, custodiar puntos de venta o facilitar el uso del domicilio donde operaban los narcotraficantes.
De hecho, la dueña de la casa donde fueron hallados los cuerpos declaró que allí funcionaba una "red de venta de drogas" y que uno de los sospechosos tenía estatus superior incluso al líder "Pequeño J", detenido en Perú.
"Entre quienes se dedican al comercio de estupefacientes hay desde repartidores (deliverys) hasta vendedores independientes que no pertenecen formalmente a bandas pero dependen de ellas. En barrios vulnerables, esa informalidad permite que menores y mujeres sean utilizados como manos de obra más prescindible o menos visibles ante las fuerzas de seguridad", dijo Izaguirre.
"La combinación de pobreza -concluyó el experto-, escasas oportunidades educativas y falta de controles hace que muchas chicas sean captadas con engaños: promesas de fiestas, pequeñas ganancias o trabajos seguros disfrazados. Una vez inmersas en la red, la posibilidad de salirse es mínima por el temor, la coacción o la falta de apoyo institucional. En ese contexto, los crímenes como el de Varela se vuelven también símbolos de advertencia: quien se sale del cauce del narco puede pagar con su vida".