Hoy los gremios docentes parecieran alineados con el kirchnerismo duro, pero el gobierno de Cristina vivió numerosos paros y ni qué hablar Daniel Scioli. Dos veces la paritaria nacional se cerró por decreto.

El fuerte enfrentamiento que mantiene Cambiemos con los gremios docentes es tomado por el oficialismo como un correlato de la disputa entre el gobierno nacional y el kirchnerismo, que buscarán se extienda hasta las legislativas, conforme la intención oficial de plantear una polarización que le rinda resultados como en 2015. Siguiendo tal razonamiento, los gremios docentes debieran ser considerados K, sayo que en efecto le cae bien al titular de Suteba, Roberto Baradel.

Y tan funcional fue históricamente Baradel a Cristina Kirchner, que lo tuvo muy a maltraer durante años a Daniel Scioli, conforme se entiende eran los deseos de la entonces mandataria. Aunque esta visión podría pecar de ser muy lineal, pues lo cierto es que la relación entre el gobierno kirchnerista y los gremios docentes no fue tan idílica.

Al menos a partir de 2012, cuando Cristina pronunció el discurso que por estos días de conflicto docente se viralizó en las redes sociales, donde se recordó la apertura de las sesiones ordinarias de ese año en donde la entonces presidenta le dedicó a los docentes una dura crítica: “No digo que sea la panacea, no digo que estén perfectos, pero para trabajadores que gozan de estabilidad frente al resto que cuando no anda la fábrica se la cierran y los echan; por el tiempo que también tienen, 4 horas frente a la jornada laboral de 8 horas obligatorias para cualquier trabajador; frente a la suerte también de tres meses de vacaciones frente a trabajadores que tienen vacaciones reducidas...

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¿Cómo es posible que cada vez que nos tengamos que reunir con sus dirigentes, solo tengamos que hablar de salarios y no de qué pasa con los pibes que no tienen clases”.

Un ejercicio interesante sería imaginar la reacción si el actual presidente hubiera expresado tal razonamiento...

Pero fue Cristina, ¿a cuento de qué? Eligió hablar de ese modo ante el Congreso luego de que CTERA le declarara el primer paro de su gestión, en desacuerdo con el piso de $3.000 que reclamaban, frente a los $2.800 ofrecidos por el ministro Alberto Sileoni en el marco de la paritaria nacional docente. Finalmente el gobierno nacional dio el aumento por decreto.

En 2013 y 2014 la negociación fue aún más complicada, y sobre todo penó el gobierno bonaerense, mientras Mauricio Macri buscaba sacar rédito logrando acuerdos con los gremios docentes de su distrito y buscando el contraste con la Nación y, sobre todo, la provincia de Buenos Aires.

Las negociaciones solían iniciarse en enero; 2013 no fue la excepción, y para el mes siguiente no había visos de solución, pues el gobierno nacional ofrecía un 17%, lejos del 25 exigido por los docentes, como piso para la discusión. A Scioli, que el año anterior había jugado a la victimización frente al cristinismo duro, los gremios le exigían un 30%. A nivel nacional la paritaria se cerró el 15 de febrero, con una suba del 22% para el sueldo mínimo inicial del maestro, a abonarse en tres tramos hasta diciembre. Los gremios no estuvieron de acuerdo y hasta Baradel consideró la oferta “absolutamente insuficiente”.

El gobierno dio entonces por cerrada la paritaria nacional y dispuso las subas de manera unilateral. “Lamentamos que por segundo año consecutivo el gobierno se haya retirado de la mesa negociadora y haya resuelto imponer unilateralmente un porcentaje tan bajo”, se quejó el Frente Gremial Docente.

En ese contexto, la crisis financiera bonaerense demandaba una ayuda nacional. El gobernador consideraba “imposible” afrontar el aumento pedido por los maestros y advertían desde su gabinete que solo contaban con fondos propios para cubrir una suba del 6%. En el marco de esa puja que alcanzaba a varias provincias, el ministro Sileoni admitía que si dependiera de él, les descontaría los días de paro a los docentes.

A puro paro se inició el ciclo lectivo bonaerense. “Vamos a hacer todo lo posible para alcanzar el 22% que dio el gobierno nacional”, decía Scioli el 6 de marzo, tras haber sufrido un paro de 96 horas. El ministro de Trabajo, Oscar Cuartango, ratificaba por su parte que los días de paro serían descontados: “Es una política de Estado de la Provincia”, decía, avalado según él por “la Justicia nacional, provincial y por la OIT”.

El 8 de marzo volvía a terciar el ministro de Educación nacional: “La situación de los docentes no es de salarios viles. No hay relación entre la situación de los salarios y el nivel de conflicto. Además se toman medidas extremas que son para el final de una discusión; no se puede arrancar con 48 horas de paro”. Cualquier similitud con la actualidad...

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“Yo noto que es una paritaria atípica. No es la primera, es la sexta bajo la gestión de Daniel Scioli; las otras cinco las cerramos, en esta hay una crispación muy particular”, se quejaba al día siguiente Cuartango, acotando que se sentaba a negociar “con una pistola en la nuca”, por un paro de 96 horas ya convocado. El 14 de marzo el gobierno de Scioli elevó su oferta al 22,6%, escalonado en tres etapas, pero los sindicalistas lo consideraron insuficiente, pero el gobierno bonaerense decidió dar por terminada la discusión, y cerró así la paritaria, por decreto. Pero el conflicto continuó y desde La Plata comenzaron a sugerir que detrás de todo estaba la mano de la Presidenta. Lejos de negarlo, la ultra K Diana Conti aclaraba que “no lo queremos echar (a Scioli), lo queremos alinear”.

La paz recién llegó a mitad de año. El 6 de junio las asambleas distritales del Suteba aceptaron la nueva propuesta del 24,5% a pagar en dos cuotas.

En 2014, vuelta a empezar. Los docentes nacionales arrancaron exigiendo el 5 de febrero un aumento del 61% que elevara el sueldo inicial de 3.416 a 5.500 pesos. Tres días después los gremios eran recibidos por el jefe de Gabinete, Jorge Capitanich, y el ministro de Economía, Axel Kicillof, que se limitaron a rechazar semejante pedido, como así también rechazaron acordar una suma salarial para la primera mitad del año y reabrir la paritaria en el segundo semestre. Una idea que esbozaron también otros gremios y hasta la CGT oficialista, lo que llevó a la Presidenta a retar públicamente a Antonio Caló.

Previsiblemente el gobierno nacional no pudo llegar a un acuerdo en el verano y así fue que en el inicio de un nuevo período ordinario del Congreso, Cristina Kirchner volvió a referirse al tema: “No puede ser que cada año sea un parto el inicio de clases por la discusión salarial. A veces uno siente la sensación de sentirse rehén”, se lamentó, sugiriendo que las paritarias, en lugar de febrero, se corrieran al mes de junio, para garantizar el normal inicio del ciclo lectivo.

Para entonces, la oferta oficial llegaba al 22%, más 2.000 pesos por presentismo. “¿Es tan ilógico que estemos discutiendo el presentismo? -se preguntó Cristina en el Congreso- Sé que les produce urticaria, pero ¿es justo que el que va todo el año, que el que se pela el que te dije cobre lo mismo que el que va cada muerte de obispo o agarra cuanta licencia tiene a mano?”. Le contestó Gustavo Futto, secretario adjunto de UDA, bastante moderado por cierto: “Los dichos de la Presidente no sorprenden porque tiene una visión errónea”.

El acuerdo llegó recién el 31 de marzo, cuando el gobierno nacional fijó un incremento anualizado del 28,7% en dos tramos, llevando el haber básico a 4.400 pesos. También Scioli llegó para esa fecha a un acuerdo con los docentes bonaerenses -tras 17 días de paro-, llevando el sueldo inicial a 5.000 pesos a partir de agosto. Los aumentos otorgados por el gobernador bonaerense fueron de entre el 30 y el 38%, y se garantizó que no descontarían los días no trabajados.

En 2015, año electoral, el acuerdo fue más sencillo. El gobierno nacional lo cerró el 27 de febrero, con un 21,4% en el salario inicial en marzo y 27,2 en agosto, lo que implicaba que el piso mínimo del salario de un maestro de grado sin antigüedad pasaba de 4.400 a 5.345 en marzo y a 5.600 en agosto.

Scioli no vivió un calvario ese año, otorgando un 40% que llevó el básico a 7.000 pesos. Por fin, las clases comenzaban normalmente. Reiteramos: era un año electoral.

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