Deseoso de aprovechar el efecto ganador de los comicios, el gobierno da inicio a una serie de reformas que anunciará mañana y debatirá hasta mediados de 2018. Los gobernadores ya piensan en tomar recaudos para tratar de salvar la ropa en dos años.

Resulta curioso que una victoria que ni de cerca estuvo de asemejar la de Cristina en 2011 por el 54% de los votos, haya generado comentarios similares. En efecto, no son pocos los que han salido a advertir que a partir de este resultado el gobierno “ahora va por todo”. Frase emblemática del cristinismo, leída en los labios de la propia CFK durante un acto en Rosario en febrero de 2012.

Pasa que tanto fue minimizado por la mayor parte de sus adversarios Cambiemos en general y Mauricio Macri en particular, que un triunfo como el del 22 de noviembre los ha dejado estupefactos. Sobre todo por la perspectiva que el mismo impone: semejante performance electoral sólo puede presagiar un nuevo triunfo en dos años. La perspectiva de permanecer en el llano por al menos dos períodos consecutivos es difícil de digerir para un partido autodefinido como “de poder” como el peronismo. Y es la sensación que desde el domingo pasado se percibe en la oposición en general y que se atreven a admitir en privado.

Sin líderes precisos, sin ganadores taquilleros, el peronismo fantasea con una unidad hoy hipotética, y pasa lo que sucede en estas circunstancias: cada uno que cuente con una cuota de poder, hará lo imposible al menos por salvar la ropa. Esto es, si los gobernadores perciben que lo que viene en dos años es una nueva ola amarilla como la que tiñó el país en estas legislativas, echarán mano a la herramienta con la que suelen resguardarse cuando sienten que la nacionalización de la elección puede perjudicarlos. Léase: desdoblarán las elecciones, de modo tal de provincializar la contienda.

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Esto ya pasó en 1999, cuando el peronismo percibió que el experimento de la Alianza iba a imponerse y, con el guiño del presidente Carlos Menem, buena parte de los gobernadores justicialistas despegaron sus elecciones de las presidenciales; fue la clave de la derrota de Eduardo Duhalde. Y volvió a pasar, sin ir más lejos, en 2015.

Precisamente el maratón de elecciones de ese año llevó al gobierno actual a incluir en la reforma política que impulsó sin éxito la recomendación de confluir en un calendario electoral más concentrado. Lo cierto es que por más que vuelva a insistir con eso el gobierno nacional, la fecha para convocar a elecciones es potestad de cada provincia y si lo ven necesario no tendrán contemplaciones en separarlas de la nacional, cuestión de salvar la ropa propia, aun a expensas del candidato que ofrezcan a nivel nacional. Pero donde eso no va suceder es en la provincia de Buenos Aires, y los intendentes de la oposición se estremecen de solo pensar lo que puede llegar a pasarles con una boleta que contenga los nombres de Mauricio Macri y María Eugenia Vidal...

Por eso es que esos intendentes bonaerenses son hoy los más preocupados por encontrarle una salida a la encrucijada del peronismo. Fueron los que antes de junio alentaron a la ex presidenta a ponerle el cuerpo a esta elección, y muchos de los cuales, pasadas las PASO, apelaron al “voto delivery” para salvar la ropa. Lo cierto es que con estas perspectivas el oficialismo se ilusiona con hacer pie en 2019 en muchos más municipios bonaerenses.

Hablamos de la reforma política, que en realidad es electoral, y es una de las que el Presidente prevé incluir en los anuncios que hará este lunes en el CCK. Es la misma que tuvo media sanción en Diputados y fue frenada por el Senado a instancias de los gobernadores. Esa es una batalla que el gobierno volverá a dar, aunque no son pocos -y por cierto encumbrados- los que desde el propio oficialismo descreen de la necesidad de hacer cambios cuando les ha ido tan bien así y, sobre todo, siendo gobierno. Como sea, la decisión en lo más alto de la administración está tomada y quieren que en 2019 se vote con Boleta Unica Electoral.

Lo que podría no sufrir cambios son las PASO, que el Presidente y otros dirigentes oficialistas cuestionaron reiteradamente en la previa, pero que una vez más se verificó beneficiosa para Cambiemos. Un ejemplo de su utilidad en general lo dio el rápido escrutinio del 22 de octubre, producto de la cantidad de candidatos filtrados en las primarias.

Deberá apurarse el gobierno esta vez con esa reforma si quiere contar con ella en 2019, y no dejarla para el segundo semestre como hizo en 2016. De lo contrario se quedará sin tiempo para implementar el sistema.

En principio eso parecen tenerlo muy claro en el gobierno, que más allá de la sensación triunfalista que tratan de ocultar, saben que eso no es definitivo. Tienen claro que en el Congreso siguen siendo minoría -la primera, pero minoría al fin- y los tiempos están atados al cronograma electoral que comenzará a ponerse en marcha a partir de la segunda mitad del año que viene. De tal manera el oficialismo piensa que debe apurar la agenda que quiere imponer hasta el Mundial de Rusia. Después de ese parate, las cosas comenzarán a dificultarse.

Por eso es que este será un verano muy activo en el Congreso. Con la actual composición de ambas cámaras, hasta el 10 de diciembre tratarán una serie de iniciativas ya consensuadas, entre las que se destacan la ley de Responsabilidad Penal Empresaria, y la de Mercado de Capitales. Habrá que ver si en el Senado finalmente aprueban la Extinción de Dominio.

La agenda fiscal se tratará con la nueva composición de la Cámara. Incluido el Presupuesto 2018, aunque no le preocupa al gobierno que no vaya a salir, pues en ese caso podrían manejarse con el de este año. Igual, no sería una buena señal para el gobierno no poder aprobar la ley de leyes, aunque aclaran que tampoco aceptarán presiones desmedidas de parte de la oposición.

Entre las leyes que impulsarán en el futuro inmediato figuran un blanqueo laboral, incentivos para los empleadores y una amnistía laboral. Pero no solo temas económicos hay; también preparan una nueva ley de Ministerio Público, que es la herramienta a través de la cual se activará el proceso de remoción de la procuradora Alejandra Gils Carbó.

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Tan ajustado quedará el calendario legislativo, que se prevé sesionar incluso entre las fiestas de fin de año. Para febrero, también en extraordinarias, hay una serie de iniciativas tales como una ley de Defensa de la Competencia, y el inicio del tratamiento de la reforma previsional, para lo cual se constituirá una comisión especial prevista en la Ley de Reparación Histórica.

Como se ve, el Congreso será protagonista especial para los tiempos que vienen, pero ya estuvo la última semana en el centro de la escena, con motivo del desafuero de Julio De Vido. Un hecho que mejor que ninguno marcó el cambio de época. Se dio inmediatamente después de la primera derrota electoral de Cristina Fernández de Kirchner, en una sesión breve, como consecuencia de la imprevista decisión del Frente para la Victoria de no bajar al recinto, con lo cual eliminó toda emoción y duda para la sesión de ese miércoles. El oficialismo solo tenía que preocuparse de conseguir el quórum y ni bien arrancara la sesión sabía que todos los que estaban ahí votarían el desafuero. Lo cual llevó a oficialistas como Federico Pinedo a sugerir que el bloque K “facilitó el desafuero”, para indignación de esa bancada.

Lo cierto es que esa decisión se adoptó para evitar dejar expuestas las diferencias en el seno del bloque respecto de qué postura adoptar ante el requerimiento judicial. En otros tiempos, el kirchnerismo en pleno hubiera bajado y ante la presunción de la derrota, se las hubieran arreglado al menos para extender la sesión hasta la madrugada, de modo de complicar los titulares del día siguiente y la cobertura de la posterior detención del ex ministro.

Para completar el panorama judicial cada vez más adverso, Cristina Kirchner apareció al día siguiente en Tribunales para declarar en la causa de la denuncia del fiscal Alberto Nisman, y ante la prensa luego expresó una frase destinada a hacer carrera: “Conmigo no van a poder”. Se supone que estaba dirigida al Poder Judicial, pero también le cabe a los miembros de su propio partido, como los gobernadores que la resisten y sus futuros pares senadores que quieren ralearla.

Con cierta ironía, un funcionario de segundo nivel dijo sonriente ante este medio, al comentar el paso de Cristina por Comodoro Py: “Ya pudieron con ella; pudo Esteban Bullrich”. Hace apenas una semana, y le costó el invicto electoral a Cristina, quién lo hubiera dicho...

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