El porcentaje de votos que conserva, la negativa de una parte del peronismo a encolumnarse y la crisis económica son elementos que pesarán en la decisión que adopte la ex presidenta. Cambiemos se ilusiona.

Una alta fuente del gobierno confió a este medio su convicción de que “Cristina va a ser candidata”. El hombre maneja datos, tiene contacto con todos los sectores y, sobre todo, le gusta la rosca política. Y sabe, aunque no necesariamente tenga la verdad revelada, como también ha podido comprobarse. Pero a la hora de justificar su razonamiento, se basa en la contundencia de los porcentajes: la ex presidenta tiene un 35% de intención de voto, “y la tercera vía no remonta”.

Los comentarios fueron hace algunas semanas, antes de que se conocieran los últimos días encuestas que llegan a poner a CFK por delante incluso del presidente Mauricio Macri, como una de Gustavo Córdoba que da a la ex mandataria 9 puntos por arriba del líder de Cambiemos, que aparece con apenas un 30%. En primera vuelta.

Son datos muy preliminares: faltan todavía once meses para el cierre de listas que ordenará todas las especulaciones, y hay que ver cómo evoluciona la economía, clave para la elección del próximo presidente. Y recién entonces -no antes- se sabrá si la ex mandataria participará de las elecciones.

Esa es la única certeza: que Cristina Elisabet Fernández recién entonces develará el misterio, pues esa ha sido siempre su conducta. También es cierto -y ese dato no es menor- que la ex mandataria siempre le puso el cuerpo a todas las elecciones en las que estuvo habilitada para hacerlo. En rigor, los Kirchner participaron de todas las elecciones desde 1987, cuando Néstor fue elegido intendente de Río Gallegos. Ella figuró por primera vez en las boletas dos años después, como candidata a diputada provincial. Así, cada dos años, uno u otro se presentaron, hasta que recién en 2013, con él ya muerto y ella presidenta de la Nación, por primera vez en 27 años no figuró un Kirchner en una elección.

En 2015, ya sin posibilidad de reelección, Cristina no fue candidata a nada, pero en la primera elección posterior, tras un sinfín de especulaciones, se postuló para senadora por Buenos Aires. Su mandato concluye en 2023, cuando tendrá 70 años. ¿Esperará hasta entonces para volver a presentarse como candidata, o volverá a postularse para presidenta a los 66, el año que viene? El antecedente de su tendencia a participar en cuanta elección se le ha presentado no es menor, pero sobre todo pesan las perspectivas y análisis políticos.

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Si bien supuestos allegados han dejado trascender que ella no tendría voluntad de participar en las próximas elecciones, esas expresiones no difieren de la experiencia más inmediata, que fue la del año pasado; o sea que no son para tener muy en cuenta. Más expresivo en cambio es el silencio que mantiene CFK desde hace ya meses, en una postura que pareciera definir una estrategia clara que es la de no exponerse a las críticas o, más precisamente, no ofrecerle al oficialismo un motivo de distracción. Esta actitud la adoptó precisamente cuando el inicio de la crisis cambiaria, en la que claramente Cristina optó por dejar que el gobierno consumiera su prestigio sin darle lugar a aprovechar sus palabras como una suerte de válvula de descompresión.

Así actuó por ejemplo cuando en abril el jefe de Gabinete concurrió por primera vez este año al Senado, con la esperanza de tenerla cara a cara y ella se ausentó. La misma actitud adoptó en junio pasado -cuando Marcos Peña volvió a ese recinto-, a sabiendas de que el gobierno crece con ese antagonismo.

De hecho, el perfil bajo lo ha mantenido también en el Senado, donde optó por no hablar siquiera en el debate del proyecto de ley de comunicaciones convergentes, un tema en el que normalmente hubiera tenido algo que decir. Tampoco está asistiendo al plenario de comisiones donde se analiza el proyecto de legalización del aborto. Seguramente concurrirá el 1 de agosto, para estamparle la firma al dictamen, pero recién se espera que hable una semana después, durante esa histórica sesión en la que se definirá la suerte del proyecto. Allí seguramente hará referencias a la defensa de los derechos individuales que hizo con su esposo durante sus gobiernos, quizá también al embarazo que perdió en su momento, y revelará de qué manera cambió su postura en este tema a partir de las charlas con su hija Florencia, hoy activa militante feminista. Tendrá que justificar por qué en los doce años de gobiernos K, el aborto apenas solo una vez logró llegar a ser analizado en comisión.

Tan previsible es el discurso que dará ese día, como el camino que recorrerá hasta el cierre de listas, el sábado 22 de junio del año próximo. Fue sincero Miguel Pichetto la semana pasada cuando anticipó su convencimiento de que Cristina será candidata presidencial. Lo mismo hizo Juan Manuel Urtubey, con menos detalles. Pero ambos revelaron el problema que enfrenta el peronismo para los próximos comicios, y que mantiene encendido el optimismo en Cambiemos.

Cristina ya no va por los fueros, que ya tiene, sino por el poder, que se le puede licuar. El mayor caudal en ese sentido lo tiene en ese tercio de votos que aún conserva, pero que necesita revalidar. La ex presidenta afronta un cronograma judicial bastante complicado, pero ya se sabe que en la medida que sube en las encuestas los jueces se tornan más laxos con aquellos dirigentes que tienen votos. Pero además otro costado del poder que ostenta se manifiesta en el Congreso, allí donde muchos imaginaban un kirchnerismo en permanente disminución. No sucedió en Diputados, donde más allá de los desgajamientos iniciales, logró mantener una base de 70 diputados que tras el recambio legislativo apenas bajó a 66. Y si bien algunos de ellos pueden incomodarse porque les pongan el rótulo de kirchneristas, lo cierto es que siguen conservando el histórico nombre de Frente para la Victoria y el presidente de esa bancada es un K de paladar negro como Agustín Rossi.

A 39 de ellos se les vence el mandato en 2019 y esa es una referencia clave para la decisión de Cristina de ser o no candidata. Más allá de que hoy piense genuinamente que puede ganar, necesita un caudal importante de legisladores que le respondan, que no tendrá si el peronismo decide independizarse de ella. Con Cristina candidata, podrá imponer además senadores que le respondan, para engrosar los 9 que hoy tiene (con ella incluida). Máxime cuando en el Senado ya no estará Pichetto...

Entre los diputados cuyos mandatos vencen el próximo año figura su hijo Máximo, a quien sí o sí quiere con fueros, y competirá esta vez en la provincia de Buenos Aires, que por estos días recorre sin pausa. Algún fanático sugirió que el primogénito de los Kirchner podría ser el candidato presidencial, pero eso no sucederá, a sabiendas de que no es garantía de victoria. Irá por los fueros.

Con ese objetivo Agustín Rossi recorre el país, pero sobre todo la provincia de Buenos Aires, sin ocultar sus aspiraciones de ser “el elegido”. La figura del santafesino es ampliamente valorada por los propios, pero difícilmente alguien que no puede ganar en su propio distrito pueda aspirar al premio mayor. Dicen incluso que Cristina vería con mejores ojos una eventual candidatura de su último ministro de Economía, Axel Kicillof, a quien también se le vence el mandato de diputado. Otros, como Felipe Solá, se ilusionan con ser el eslabón que una a los dos sectores para con un peronismo unido poder enfrentar con mejores perspectivas al gobierno.

Dirimir todo en las PASO no parece ser el mejor plan; ni para el kirchnerismo, ni para el denominado peronismo federal. Los primeros aceptarían en caso de tener la certeza de que Cristina compita, convencidos de que en ese caso ganarían y encolumnarían tras de sí a todo el peronismo. Los otros no quieren saber nada precisamente por eso. No quieren terminar perdiendo y resignarse a ser el vagón de cola de la ex presidenta, y en caso de que ella no compitiera, porque tampoco querrían llenar sus listas de kirchneristas como el FpV impondría.

La perspectiva que más fuerza toma entonces es que la marca Unidad Ciudadana vuelva a competir en las próximas elecciones, y en ese sentido cobra fuerza la movida dispuesta estos últimos días para que esa fuerza se constituya en todos los distritos del país. Para ir por dentro o fuera del peronismo, que sabe que con una oposición dividida y la posibilidad concreta de que la que más votos obtenga sea Cristina Kirchner, se le agranda el arco a Cambiemos.

Es la jugada perfecta con la que se ilusionan los estrategas electorales del gobierno, que vuelven a jugar con fuego, pues saben que tienen grandes posibilidades en un balotaje, pero se arriesgan a tener una cosecha peligrosamente austera en la primera vuelta en la que se deciden los cargos legislativos. De ganar, Macri encararía un segundo mandato manteniendo su condición minoritaria, y además con una oposición más kirchnerizada.

Pero además, la sola perspectiva de una Cristina Kirchner compitiendo y competitiva despierta el recelo de esos inversores que aún se resisten a apostar por un país tan vulnerable como el nuestro.

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