Las demencias, cuyos paradigmas son la enfermedad de Alzheimer y la Demencia Vascular, son enfermedades dependientes de la edad. En este sentido, el incremento de la expectativa de vida también determinó el crecimiento exponencial de estas patologías.
“Es importante destacar que, si bien las demencias afectan a personas mayores, no constituyen una consecuencia normal del envejecimiento. Sin embargo, debemos controlar los factores de riesgo vascular como hipertensión arterial, diabetes, colesterol, obesidad y sedentarismo durante la edad media de la vida para prevenir el deterioro cognitivo en la vejez”, explica la Dra. María Valeria El Haj.
Según la Organización Mundial de la Salud, en todo el mundo hay más de 50 millones de personas que padecen algún tipo de demencia. Estos cuadros son causados por diversas enfermedades y lesiones que afectan al cerebro de forma primaria o secundaria, caracterizándose por producir déficit en más de un dominio cognitivo, incluyendo el deterioro de la memoria, la comprensión, la orientación, el intelecto, el comportamiento y la capacidad de realizar actividades de la vida diaria. La sintomatología de las demencias constituye una de las principales causas de discapacidad y dependencia.
Las demencias impactan en cada persona de manera diferente, pero la tendencia al olvido, la pérdida de la noción del tiempo, la desubicación espacial incluso en lugares conocidos, y el no poder encontrar las palabras para expresarse son algunos de los signos tempranos de alerta.
Luego, a medida que la enfermedad va evolucionando, aparecen síntomas más evidentes: olvido de acontecimientos recientes y nombres de personas cercanas, dificultad para comunicarse, cambios en el comportamiento y reiteración de comentarios y preguntas, para llegar a etapas donde la alteración de la memoria es grave y permanente.
Hoy no hay ningún tratamiento que pueda curar la demencia o revertir su evolución progresiva pero el monitoreo sigue siendo fundamental.
“El diagnóstico médico incluye un minucioso interrogatorio del paciente y de alguien de su entorno, un adecuado examen clínico neurológico, una evaluación de las funciones cognitivas y el tipo de deterioro, una rutina de laboratorio y estudios de imágenes como TAC o RMN, que permiten encontrar evidencia de accidente cerebro-vascular, sangrado, tumor o hidrocefalia, o bien Tomografía por emisión de positrones, que posibilita ver patrones de la actividad cerebral e identificar si hay depósitos de la proteína amiloide, una característica específica de la enfermedad de Alzheimer”, dice la Dra. El Haj.
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