Fue compañero del actual presidente en el Xeneize y, hasta ahora, dirigió en Paraguay y México. Mariano Herrón y Silvio Rudman serán los entrenadores interinos.
El exentrenador de Monterrey de México, Fernando Ortiz, figura como uno de los preferidos del presidente de Boca, Juan Román Riquelme, tras la renuncia al cargo de Diego Martínez.
Ortiz, de 46 años, jugó en Boca y fue compañero de Riquelme en 1998 durante el primer ciclo de Carlos Bianchi. Inició su carrera como entrenador en Sol de América de Paraguay en 2017, después pasó por Sportivo Luqueño. En 2022 dirigió al América de México, y en 2023 llegó al Monterrey, donde fue cesado de su cargo el 6 de agosto pasado después de una pobrísima actuación del equipo en la Leagues Cup.
Tras la renuncia de Martínez, el plantel de Boca tendrá el día libre este domingo y volverá mañana a los entrenamientos en el predio de Ezeiza. La práctica será dirigida por la dupla Silvio Rudman-Mariano Herrón, que están al frente de la Reserva e inferiores de Boca.
Durante su gestión, Martínez dirigió 45 partidos con un balance de 20 victorias, 15 empates y diez derrotas, logrando una efectividad del 55%. Sin embargo, la eliminación en los octavos de final de la Copa Sudamericana ante Cruzeiro por penales, la pobre campaña en la Liga Profesional y la reciente seguidilla de derrotas en los clásicos ante Racing y River desgastaron su relación con la dirigencia y el plantel.
El Xeneize jugará el domingo próximo, a las 21, frente a Argentinos Juniors en la Bombonera, y el Consejo de Fútbol tendrá tiempo para decidir el nuevo entrenador, teniendo en cuenta que el equipo se encuentra 12º en la Liga Profesional y en carrera en la Copa Argentina, donde enfrentará a Gimnasia de La Plata en los cuartos de final y buscará enderezar el rumbo y aspirar a la clasificación a la Libertadores del próximo año.
Desde que Riquelme asumió su rol dirigencial, pasaron cinco entrenadores, todos con distintos perfiles: Miguel Russo, Sebatián Battaglia, Hugo Ibarra, Jorge Almirón y Diego Martínez. Ninguno de ellos pudo consolidar ni imponer una identidad futbolística clara que enamorara a los aficionados y al propio Riquelme.
Por eso, la reciente renuncia de Diego Martínez, tras la derrota ante Belgrano en Córdoba, marcó otro episodio en una gestión plagada de cambios y conflictos internos.
La gestión de Riquelme como dirigente le trajo títulos y algunos momentos de gloria al club, pero la constante inestabilidad en el banquillo refleja una falta de proyecto a largo plazo. La rotación de entrenadores, los despidos abruptos y las decisiones tomadas bajo presión minaron la confianza en un ciclo que, pese a sus éxitos, aún no logró construir una identidad futbolística sólida.
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