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Cuando inició su productora, Adrián Suar puso en el aire un proyecto ambicioso con el que instauró una fórmula que aún perdura
Después de chocar a un transeúnte, Adrián Suar pasó cuatro horas detenido. Según la leyenda, esa experiencia lo llevó a darle forma a la ficción que modernizaría la televisión vernácula. Pero ese fue solo un condimento en los acontecimientos que desencadenarían en Poliladron (1995-1997). Antes de ese accidente ocurrido en 1994, el actor ya se encontraba planeando la forma de cambiar las reglas en la industria local y soñaba con lo que todos ahora conocemos como Pol-Ka. Desde su concepción, la fórmula de sus productos siempre estuvo clara: una desvergonzada vocación comercial y mucho talento delante y detrás de cámara.
Para darle forma a su policial inaugural, el ex miembro de La Banda del Golden Rocket (1990-1993) quería escapar de los estándares locales y ambicionó una experiencia casi cinematográfica. Ese anhelo requirió un esfuerzo enorme de todos los involucrados en los dos episodios piloto y un gasto superior al estimado (¡más de 200 mil dólares!). Las grabaciones se extendieron más de lo planeado, pero la unión del equipo dio sus frutos: la ficción era tan buena como Suar deseaba. Con el material en su poder, el incipiente empresario consiguió que el 13 aceptara ponerlo al aire –aunque solo pagó 45 mil dólares por copia-.
De esta manera, explosiones y tiroteos se vieron (y se grabaron) como nunca antes durante toda la historia de amor entre un ladrón carismático, Gustavo "el Nene" Carrizo (Adrián Suar) y una oficial estructurada Verónica Vega (Laura Novoa). Agotados de los melodramas y las comedias livianitas de aquél entonces, los espectadores acompañaron la propuesta fielmente hasta su desenlace. Además, Poliladron se convirtió en pionera en otro hecho inaudito: los chivos en medio de las escenas. Era (y es) burdo, pero no habría semejante producción sin esas "ayuditas".
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