¿Por qué este tema?”, fue la pregunta que disparó Lis Clément, una de las protagonistas de “Al Rojo Vino, Mujeres extraordinarias que revolucionaron la cultura del vino en la Argentina” a su autora Tamara Herraiz, quien hilvanaría la respuesta en el recorrido del libro. “Le conté que mi abuelo había tenido una bodega en Palmira, Mendoza y que cuando mi padre tenía 16 años, mi abuelo murió”.
La fatalidad, según recuerda la escritora en la introducción, los obligó a vender todo y viajar a Buenos Aires. A sus quince años,Tamara cambió la típica fiesta por un viaje al pueblo mendocino. “Mientras caminaba por las calles, me fueron contando que mi bisabuelo, Emigdio Herraiz que había ayudado mucho a la gente del lugar, hay una calle con su nombre y fundó una escuela. En las historias de los pobladores mi familia seguía viva. Me volví de Mendoza con mi caja de vinos y el recuerdo de haber recorrido los viñedos soleados, el aire seco en mi piel una sensación de libertad indescriptible”.
Por supuesto que el vértigo de la ciudad y su propio recorrido, obligó a la periodista a seguir su camino. El encuentro, sin embargo con otra emprendedora, Margareth “Maggie” Henríquez, (presidenta de Chandon en la Argentina desde 2002 a 2008), la animó a escribir el libro. “Hoy se ve un gran movimiento feminista pero estas mujeres fueron pioneras”, explica a POPULAR. “Lucharon en soledad y en silencio. Muchas mujeres somos fuertes enfrentándonos a preconceptos sociales, pero sin mucho ruido. Lo que tenemos ahora son las redes sociales y esta voz colectiva que nos acompaña. Antes cada una hacía su propio camino”, asume.
Balbo, Catena, Beltrame, Paz Levinson, apellidos que hoy se asocian con la bebida espirituosa pero de fuerte raíz masculina. Precisamente los testimonios recogidos por la ex directora de las revistas TKM, Psicología Positiva y Mujeres Fuertes, entre otros medios, le permitieron saber más del esfuerzo recorrido.
“Laura Catena, cuenta, hija de Nicolás Catenta había estudiado como médica en Harvard vivía en Estados Unidos y como su padre no se llevaba bien con el idioma la convocó pensando en exportar sus vinos. Cuando vio que tenía ideas innovadoras, no tradicionales a la industria nacional, creó un Instituto tecnológico que posicionó sus vinos en el mundo”. El caso de Susana Balbo es similar. “Tuvo sus propias bodegas, le fue muy mal, la estafaron, le pasó de todo y finalmente puso el foco en exportar, primero con vinos de otros y luego el suyo. Hoy es presidente de la W20”, cuenta Herraiz destacando la fortaleza de una de sus exponentes. Para la autora, todas son determinantes dentro de la industria, algunas cercanas a los 60 que viajan 300 días al año apasionadas en lo suyo.
En tal sentido, decir sommelier es para Tamara, motivo de otro de sus casos. “Marina Beltrame tiene una historia hermosa, trabajaba en el ámbito del servicio, hotelería y atención en un restaurante en una época donde no había sommelier. Ella atendía en mesas y en una de ellas había un señor que vendía corchos para la industria y que veía como la industria como estaba creciendo. La vio con condiciones y le propuso ‘¿por qué no vas a estudiar a Francia para sommelier? La chica dijo no me da el cuero, hija de padre hipo acústicos, imaginate la sensibilidad de esa mujer, acostumbrada a comunicarse de otra manera. Vos pagate el pasaje que yo te consigo la beca”, recuerda la periodista entusiasta sobre Marina. La historia de la joven siguió con el agradecimiento al director de la escuela de París por la beca y una respuesta impensada. “Agradecele al fulano que te pagó los estudios”, explica Herraiz, sin olvidar el asombro de su entrevistada. “Cuando vuelve pensó que debía pagarle, pero el hombre le dijo, ‘no me debés nada’. Lo hizo de generoso, fue como mágico”.
Mágica también resulta la historia de esta cronista y editora que desarrolló buena parte de su profesión en silencio, como sus ídolas y que encontró en la escritura y en estas historias una motivación para seguir pensando en otros ámbitos de hombres con mujeres como protagonistas. “Yo escribía en la revista Mía y a la vez trabajaba en siete medios que tenían que ver con tecnología. No había internet, empezaron a aparecer las primeras computadoras. En esa época yo armaba y desarmaba mi propia computadora. El periodismo ganó la partida: Infobae, una revista exitosa para adolescentes, libros digitales hasta retornar a la tecnología. “Hoy encuentro mujeres dentro de esta industria que han hecho muchísimo”, sostiene pensando en su segundo libro.
Al consultarla por el cierre del libro de los vinos, Tamara refiere a la primera mujer que se dedicó a su cosecha. “Cinco siglos atrás, llegó una de Europa con sus plantitas, eran tiempos de la inquisición y estaba muy mal visto que la mujer tomara una copa frente a un hombre, mucho menos en público. El hermano la quiso matar y tuvo que luchar mucho para poder llevar adelante su empresa”, explica.
Entre tantas voces expertas dedicadas al elixir de Baco, Herraiz celebra la experiencia aprendida “El vino forma parte de nuestras raíces. Tenemos el torrontés y el malbec que son únicos y estupendos y el mundo no lo sabe”. Precisamente sus elegidas colaboraron en su difusión y lo destaca: “Creo que el libro puede ser inspiradora para aquellas que no se animan a salir adelante y hacer algo. Que lo hagan porque la única manera que se logra es animándose. Susana Balbo dice que no está mal equivocarse, los argentinos tenemos la costumbre de verlo como fatalidad, pero hay que aceptarlo. Muchos decidimos no hacer algo por miedo al fracaso, se vuelve a empezar”, concluye.
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