En nuestro país, un tercio de las mujeres trabajadores realiza estas actividades. La mayoría no cuentan con aportes patronales ni obra social

En 2011 en nuestro país comenzó a debatirse la regulación del trabajo doméstico y, en 2013, se aprobó la Ley 26.844, que creó el Régimen Especial de Contrato de Trabajo para el Personal de Casas Particulares, vigente en la actualidad.

Estar registrado como trabajador de casas particulares otorga beneficios como obtener un recibo de sueldo, tener ART y también acceder al beneficio de la tarifa social en la tarjeta SUBE. Los empleadores, incluso, pueden deducir del impuesto a las ganancias lo que pagan como sueldo y contribuciones de seguridad social. Es decir, el Estado absorbe gran parte de los costos laborales. Sin embargo, la gran mayoría no está registrada.

A propósito del Día de la Mujer, Sol Minoldo, socióloga e investigadora del Conicet, analizó, para economíafemini(s)ta, esta situación y aseguró que la cantidad de familias que contratan empleadas se ha incrementado de la mano de la inserción creciente de las mujeres en el mercado de trabajo.

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“Lo cierto es que la asociación entre el trabajo doméstico y el amor, donde se confunden lazos familiares y laborales, ha tenido un rol central para reproducir su tradicional informalidad, baja remuneración y dificultad del acceso a derechos laborales”, remarca la socióloga. La línea que divide el trabajo del no trabajo se hace cada vez más fina cuanto más presente está el vínculo afectivo y desdibuja, aún más, la relación laboral.

La ley vigente no garantiza el acceso de las empleadas domésticas a la seguridad social. Es decir que pueden estar en blanco y seguir, al menos en parte, precarizadas. Para el caso de las trabajadoras con una relación laboral mayor a 16 horas, el aporte les permite acceder a una obra social con la prestaciones básicas (y pagando coseguros), pero sin cobertura para su grupo familiar. Para obtenerla deben realizar ellas mismas aportes ‘voluntarios’ para cada persona adicional”, detalla Minoldo y agrega: “Pero en caso de tener una o varias relaciones laborales menores a 16 horas, no tienen garantizado siquiera su acceso propio a la cobertura de la obra social”.

Contratar a una empleada doméstica permite, en muchos casos, a las mujeres empleadoras a trabajar fuera de casa y, cuando no existe el registro, es más barato. Pero, de cara al Día de la Mujer, Minoldo deja una importante reflexión: ¿Cuán feminista puede ser un proceso en el que unas mujeres se emancipan a costas de otras, dejando la distribución sexual del trabajo doméstico intacta?.

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