Con la llegada de Javier Milei a la presidencia, el nuevo mapa de poder empezó a cambiar de piel. Argentina clausuró una etapa e ingresó en otra completamente diferente.
Este domingo, Argentina clausuró una etapa e ingresó en otra completamente diferente. El sistema político surgido de la crisis del 2001, organizado en torno dos coaliciones (el peronismo y Juntos por el Cambio), llegó a su fin. Con la llegada de Javier Milei a la presidencia, el nuevo mapa de poder empezó a cambiar de piel, aunque aun es prematuro saber cuál será su nuevo punto de equilibrio.
A diferencia de países como Perú, Chile y Ecuador, que registran estabilidad macroeconómica con inestabilidad política, Argentina constituía hasta acá una excepción: combinaba inestabilidad macroeconómica con estabilidad política.
Las elecciones del domingo inauguran un ciclo político radicalmente alternativo. La política argentina, en algún punto, se “andiniza”: el sistema de partidos, con el escenario de tercios, asoma más fragmentado, en el marco de un país que pasa a ser gobernado por un outsider, al igual que Dina Boluarte en Perú, Gabriel Boric en Chile y Daniel Noboa en Ecuador.
A pesar del carácter excéntrico del presidente electo, el triunfo de Milei se fundamenta en el voto económico: era altamente improbable que un gobierno con 140% de inflación interanual pudiera ser reelecto. De acuerdo a los antecedentes en Sudamérica, los regímenes de alta inflación producen emergentes disruptivos.
De la crisis hiperinflacionaria Argentina de 1989 surgió Carlos Menem; del estallido de precios brasilero de principios de los ´90 apareció Fernando Collor de Mello; y de la escalada inflacionaria de 1990-1991 en Perú emergió Alberto Fujimori. El primero implementó con eficacia su programa y gobernó 10 años; el segundo ingresó en un conflicto de poderes y fue destituido en juicio político por el Congreso; el tercero torció el juego democrático y estableció un régimen autoritario durante casi una década. ¿Seguirá Milei alguno de estos antecedentes?
El nuevo presidente libertario asumirá con un mandato claro de reducción del Estado, estabilización económica y reformas de mercado. Pero hay serias dudas sobre su capacidad para implementar esta agenda. Con casi 40 diputados, menos de 10 senadores, ningún gobernador y sin articulación sólida con actores sociales como sindicatos y cámaras empresariales, la gobernabilidad es la principal incógnita de la nueva etapa.
El estado de conmoción en el que están las ahora dos principales fuerzas opositoras seguramente le permitirá a Milei operar sobre sus debilidades y capitalizar apoyos políticos a su favor. Juntos por el Cambio quedó al borde la implosión, con Mauricio Macri y Patricia Bullrich oficiando como referentes de algo parecido a un cogobierno, mientras el ala blanda del PRO, la UCR y la Coalición Cívica se preparan para ponerse el traje de opositores.
En el peronismo, la buena performance electoral de Sergio Massa -con una economía desquiciada logró ingresar al ballotage y mantener la expectativa de triunfo hasta el final- matiza pero no oculta la crisis profunda en la que ingresa el peronismo. El movimiento que supo caracterizarse por su flexibilidad adaptativa hoy está congelado en el tiempo en su identidad kirchnerista. Un triunfo de UxP hubiese favorecido esta renovación. El kirchnerismo fue un programa para un espíritu de época y un contexto histórico particular (favorable para la heterodoxia económica, el intervencionismo estatal y el progresismo cultural). Hoy el peronismo, como sugirió Axel Kicillof, necesita tocar otra melodía. ¿Podrá renovarse desde el llano ante una presidencia de Milei que incrementa los incentivos para un el “resistiendo con aguante 2.0”? No asoma sencilla la tarea.
El domingo a la noche el hartazgo con el status quo le ganó al miedo a lo desconocido. Fue una impugnación a este gobierno en particular, pero también al modo en que la política organizó a la sociedad en las últimas dos décadas. No estamos asistiendo solo a una transición de poder: las elecciones presidenciales resetearon el sistema político y, más importante aún, parecen estar fundando una nueva relación entre el Estado y la sociedad. Los términos precisos de esa relación -y, lo que es lo mismo, los alcances y límites del programa de Milei- comenzarán a conocerse a partir del próximo 10 de diciembre.
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