La promoción familiar por la educación es central para el valor que le otorguemos en la agenda pública. Debemos reiterar una y otra vez que se trata del verdadero pilar para el desarrollo, la igualdad de oportunidades y el crecimiento de una "gran familia", como puede ser pensado un país

Como a cada uno de nosotros, las posibilidades de desarrollarnos y de cumplir nuestros sueños dependen en gran medida de los demás. En mi caso, entre aquel niño que corría de un lado al otro por las calles de Salto y este adulto pasó el tiempo, y en él, muchas manos generosas y voces sabias que me guiaron y acompañaron. Una muy importante fue la de mi madre, que siempre tuvo en claro y nos fomentó a mi hermano Gastón y a mí la pasión por el conocimiento, por la educación.

Así, a los valores que ella, junto a mi padre, supo brindarme en casa, le siguió la formación en la educación pública, esa institución fundada por personas que apostaron por crear herramientas poderosas para la transformación de generaciones y generaciones. Mi historia personal -y seguramente la de muchos de los que están leyendo ahora- está marcada en gran medida por las oportunidades que nuestra familia, por una parte, y la educación pública de nuestro país, por el otro, me brindó.

La promoción familiar por la educación es central para el valor que le otorguemos en la agenda pública. Debemos reiterar una y otra vez que se trata del verdadero pilar para el desarrollo, la igualdad de oportunidades y el crecimiento de una “gran familia”, como puede ser pensado un país. Sabemos bien que la educación reduce la desnutrición, la mortalidad infantil y aumenta la esperanza de vida.

El crecimiento económico tiene que estar acompañado por un aumento y una mejora en la educación, ya que es un poderoso motor de desarrollo y uno de los instrumentos más importantes para combatir la pobreza pero también para mejorar la salud, lograr la igualdad de género, el reconocimiento y cuidado de las personas mayores, la paz y la estabilidad.

La educación debe ser el principal plan de lucha contra la pobreza y la exclusión. No debemos cansarnos de repetir que es un crimen y una inmoralidad que haya niños mal nutridos y mal estimulados, además de ser una hipoteca social para el futuro. Por supuesto, que es urgente revertir esta situación. Pero trabajar para la igualdad social es responsabilidad de todos.

El desarrollo físico, mental y social de un niño requiere de una buena nutrición, el cuidado de la salud, la protección, el estímulo cognitivo y emocional, el afecto y la contención de los adultos. Entonces, debemos entender la educación como la prioridad para garantizar que los niños de hoy, adultos del futuro, tengan las capacidades para vivir y desenvolverse plenamente.

Como nos enseñaron desde chicos, a través del ejemplo y de la palabra, necesitamos una sociedad en la que el conocimiento, la verdad, la creatividad, la justicia y el trabajo colectivo sean centrales. Hoy, mi homenaje a mi madre, Dora, una firme ama de casa que peleó para que no nos faltara nada en aquel pasado y para que, a través de la educación, tengamos las herramientas para desarrollarnos durante toda la vida. A ella y a todas las madres: les deseo muy feliz día.

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