La derrota en la Provincia fue un voto castigo directo al plan económico de Milei. De cara a las elecciones de octubre, el Gobierno puede mitigar los efectos del ajuste con medidas que atenúen la pérdida de ingresos o redoblar la apuesta.
La jornada del domingo dejó dos protagonistas inconfundibles. El padre de la victoria fue Axel Kicillof, que tomó la arriesgada decisión de desdoblar la elección bonaerense de la nacional, enfrentando nada menos que a Cristina Fernández de Kirchner y a La Cámpora, que presionaron hasta último momento para impedirlo. Apostó fuerte y ganó. Y en política, los resultados mandan.
El padre de la derrota, en cambio, fue Javier Milei. El Presidente eligió el camino inverso: nacionalizó la elección provincial, se mostró en la presentación de candidatos en La Matanza y cerró la campaña en Moreno. El resultado fue una derrota contundente, más grave aún porque no se limita a lo local: el rechazo fue también a su programa económico, ese que él mismo reivindica como marca personal. No es un error de gestión: es un voto castigo directo a la lógica del ajuste.
El politólogo Gustavo Marangoni
El “efecto Kuka” que el oficialismo temía, terminó convertido en un “efecto bolsillo”. La inflación podrá estar bajando, pero los salarios -formales e informales- corren por detrás del costo de vida. La capacidad de consumo se achica y la paciencia social, también. El electorado bonaerense expresó con claridad que el bolsillo pesa más que cualquier relato.
De aquí al 26 de octubre, al Gobierno se le abre un dilema: mitigar los efectos del ajuste con medidas que atenúen la pérdida de ingresos o redoblar la apuesta, como advirtió el propio Milei en La Plata, al prometer que no negociará la ortodoxia fiscal.
El problema es que Milei está atrapado en una lógica más ideológica que pragmática. El voto castigo fue tan amplio que incluso el peronismo volvió a imponerse en zonas agropecuarias donde no ganaba desde hace dos décadas. Señal clara de que hay sectores que simpatizan con su discurso, pero rechazan un ajuste perpetuo que estrangula consumo y producción.
A este resultado bonaerense se suman los comicios provinciales recientes, donde -salvo en la Ciudad de Buenos Aires- los oficialismos locales ganaron todas las contiendas. Un mensaje adicional: las provincias buscan equilibrar el tablero frente a una Casa Rosada que se percibe lejana y caprichosa.
Los próximos 49 días serán decisivos. Si el dólar se recalienta y la economía se enfría más, el Gobierno llegará a octubre sin su único capital: la expectativa de que la inflación seguiría bajando y abriría una ventana de recuperación. El riesgo, ahora, es que lo poco que tenía se le escurra entre los dedos antes de que llegue el día de la elección.
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