En 1970, en México, Brasil ganó su tercer Mundial y se quedó con el trofeo verdadero. Ahora, Argentina, de la mano de Messi, se consagró tricampeón del mundo, después de los títulos en el 78 y el 86, pero volvió una vez más al país con la réplica. ¿Por qué? Acá el motivo.
Es que si bien es cierto que el reglamento de la FIFA establecía que, al ganarla tres veces, la nación se llevaría el trofeo real y se crearía uno nuevo, esa tradición fue eliminada. Brasil tiene el privilegio de haber sido el único país en llevarse uno verdadero en 1970 (Pelé se lo mostró a su pueblo), aunque es la Copa “Jules Rimet” , que se entregaba antes.
La misma tenía otro diseño: era más delgada y aplanada y representaba a Niké, la diosa griega de la victoria, con sus alas estilizadas. Medía unos 30 centímetros de altura, pesaba 4 kilos y estaba hecha de plata esterlina enchapada en oro.
Sin embargo, dicha Copa no la tiene más Brasil: en 1983 la robaron dos ladrones de su país para dársela a Juan Carlos Hernández, joyero argentino. Los tres delincuentes fueron atrapados y condenados pero el trofeo no se recuperó: se cree que fue fundido el mismo. Por eso, Brasil mandó a hacer una réplica, que aún conserva.
Como Brasil se quedó con la histórica Copa "Jules Rimet" que levantaron todos los campeones desde 1930 a 1970, se creó para la edición de 1974 al actual trofeo, que siempre "quedará en posesión de la FIFA". Por esta razón, todos los campeones del mundo tienen trofeos que son réplica.
La Copa del Mundo original mide 36,8 centímetros de alto y pesa 6,142 kilogramos, cinco de los cuales son de oro 18 quilates (75% de oro puro). Tiene una base de 13 centímetros de diámetro con dos anillos concéntricos de malaquita (mineral de color verde).
En tanto, la réplica de la Copa del Mundo que le entregan al campeón no es de oro macizo, sino de cobre y cinc en su interior y un baño de tres capas de oro.
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